Con el presidente Trump, Estados Unidos era un exportador neto de energía. Ahora los demócratas están librando una guerra contra la energía estadounidense barata y abundante. Las tarifas de los servicios públicos están incrementando drásticamente. Los precios del gas están por las nubes. Las familias están sufriendo. Las políticas de la izquierda radical se están cobrando un peaje que sencillamente no podemos pagar. No hay ninguna buena razón para ello. Estados Unidos ha sido bendecido con algunas de las mayores y más accesibles reservas energéticas del planeta, pero los demócratas no quieren que nos beneficiemos de ellas.
Todos estamos de acuerdo en que queremos aire limpio para respirar y agua limpia para beber. Menos contaminación es mejor que más contaminación. Pero librar una guerra contra el petróleo y el gas natural de combustión limpia es contraproducente y poco realista. Las emisiones estadounidenses de gases de efecto invernadero llevan más de 20 años disminuyendo de forma constante. La continua transición del carbón al gas natural generará reducciones adicionales en los próximos años.
A largo plazo, nuestro futuro energético vendrá de la mano de tecnologías nucleares y de reactores nuevos, seguros y limpios. El gas natural y el petróleo limpios y abundantes son los puentes hacia ese futuro. Kari Lake votará a favor de abrir nuestras reservas de petróleo a la exploración, reducir los precios en el surtidor y en la factura de la luz, y ampliar de nuevo las exportaciones.